El perreo: las mujeres y su resistencia
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30 de octubre, 2019
Por Víctor Valencia
El reguetón contiene prejuicios y violencia, eso lo sabemos todxs. Sin embargo, no es exclusivo de este género (mal llamado urbano), puesto que hasta las canciones de José José contienen líneas violentas.
A la gente, a las instituciones y a los medios se les hace fácil criticar las rolitas de reguetón y a los cantautorxs en lugar de concentrarse en las estructuras de poder y violencia que reflejan las líricas: las carencias en las que algunxs vivieron y las violencias que sufrieron. Es fácil responsabilizar, pero no empatizar.

Existen infinidad de estudios que revelan que el reguetón es machista, sexualizador y cualquier adjetivo despectivo que lxs intelectuales le quieran agregar. Como el más reciente, realizado por Karina Arévalo, socióloga de la Universidad de Chile. Sí, ya lo sabemos, no hay que abrir más la llaga de las condiciones precarias que se reflejan en la música porque es la única salida que varixs cantantes tuvieron.
Sin embargo, con el paso del tiempo y evadiendo discursos sin sentido sobre la señalación de lo obvio, el reguetón ha obtenido un espacio por su propio pie. Tan grande ha sido el fenómeno, que hasta ayudó a difundir y aglomerar gente en las protestas de Puerto Rico en contra Ricardo Roselló, el ex gobernador de aquel país, segunda cuna del Reguetón.
¿Seguirán menospreciando el Reguetón? Seguramente, pero también ha existido un repensamiento general dentro de la sociedad.
Al Reguetón se le ha colocado esta mirada binaria, donde el hombre domina a la mujer. Esta estructura masculina y heteronormativa se refleja en el baile que todxs hacemos cuando nos ponen Reguetón en las fiestas: el “perreo”.
A lo largo de los años, se ha visto con malos ojos que una mujer se incline frente a un hombre y bailen pegados. ¿Realmente está mal? Por supuesto que sí. Esta danza “hipersexualizada”, que le ha traído mucho mal a lxs niñxs porque abrió las puertas del infierno, tiene mucho poder.
Por mucho tiempo se manejó el discurso de que el cuerpo de la mujer era tratado como objeto a la hora que realizaba ese baile, pues, como dijo Karen Santiago en un texto en publicado por el medio Luchadoras: “¡Es ahí [en el culo] donde se materializan los discursos! La matriz heterosexual se expresa en la forma de perrear de las mujeres (dando la espalda, hasta el piso) y los hombres (que, como dice C. Tangana:“yo bailo quietecito mamá / pongo cara de que no pasa na’ / mientras empujas es booty pa’ trás”).
Peeeeero… EL “PERREO” TAMBIÉN ES SUBVERSIÓN. Si es en ese baile, en el que se mueve el culo, donde se “materializan los discursos heteronormados”, es ahí mismo donde se pueden destruir y reconfigurar. Es el primer territorio donde se deben cuestionar las normas, hasta ahora impuestas, y los placeres que se le han arrebatado a las mujeres.
No es un discurso que yo, como hombre, pueda comenzar (mucho menos mantener). El que a mí me toca es (re)pensarme dentro de las actitudes machistas en las que me he envuelto, las cuales incluye al reguetón y al perreo.
Durante un "perreo" nasty en la fiesta nos toca recordar que el cuerpo femenino ES DE ELLAS. No debemos invadirlo ni apropiarlo. Bailan por y para ellas. Ya lo había afirmado Ivy Queen en 2003, con su canción “Yo quiero bailar”: “Yo quiero bailar / tú quieres sudar / y pegarte a mí, el cuerpo rozar / yo te digo si tú me puedes provocar / eso no quiere decir que pa’ la cama voy”.
Las mujeres pueden realizar un acto, por años, sexualizado sin querer significar “que pa’ la cama van”. Ellas transgreden el sistema a la hora de perrear, pues trastocan esas estructuras impuestas por la heteronorma, por todos los discursos machistas impuestos. Como lo afirmó Santiago: “Es decirle al mundo que estamos ahí, que vamos a mover la cola y, además, nos va a gustar.”
Como hombres, nos toca darnos cuenta de que ese cuerpo, que mueve el booty, al ritmo de Ms Nina, Karol G o Natti Natasha no es nuestro, no nos llama, no “se nos ofrece”, no nos pertenece, no lo debemos invadir, no, no y no. NO ES NO.
El "perreo" es el momento de liberación para las mujeres, de atacar al sistema patriarcal desde el punto que ha manejado como suyo. No hay que volver a ese sistema de violencia machista. No tenemos que demostrarle nada nadie; ¿por qué no nos dedicamos a disfrutar? ¿De verdad nos cuesta tanto no pretender buscar algo con una chica en una fiesta?
Ellas resisten cuando perrean. Ellas se mantienen vivas cuando perrean. Así lo expresa Andrea Ocampo en su texto publicado por el medio chileno Paula: “Resistir a la muerte bailando nos fortalece, nos coordina en un diálogo horizontal y corporal que nos permite enfrentar la calle, la casa, trabajos, doctores, la tienda de ropa e internet. Bailando resistimos colectivamente al patriarcado, nos apoderamos de aquello que nos han quitado: la boca, el idioma, el nombre, el cuerpo y su goce. La vida.”
"Perrear" debería ser considerado un derecho, y quien se atreva a infligirlo debería obtener un castigo.
Ellas tienen en el "perreo" un lugar seguro, no hay que arrebatárselo como lo hemos hecho con todo lo demás. Hombres, no es nuestro discurso. No las lastimemos más.
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